Analizar los factores que inciden en el desarrollo de emprendimientos liderados por jóvenes rurales : un caso de estudio en la región de Ñuble

Abstract

Nos encontramos en un mundo globalizado, en donde el transporte, los servicios y la comunicación, han facilitado el acceso a lugares alejados de las grandes urbes, como lo son las zonas rurales. Visiones tradicionales de la ruralidad la definen como un mundo que está directamente relacionado con la agricultura siendo esta determinante de la economía campesina (Dirven et al 2011), predominando las actividades agrícolas ejercidas por hombres, mientras la mujer se ocupaba de las labores del hogar y cuidado de los niños. La familia consumía lo que producía y los jóvenes no tenían otra opción que dedicarse a las actividades del campo. Las zonas rurales fueron por muchos años considerados espacios vulnerables marcados por la pobreza de sus habitantes, escasas oportunidades laborales para mujeres y jóvenes, que gatillaron la migración del campo a la ciudad de personas y familias en busca de una mejor calidad de vida, precedentes que marcaron un antes y un después en estos territorios. Lo mencionado anteriormente hace referencia a los cambios que se han manifestado en el campo, antecedentes que estudia detalladamente el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) en el “Informe sobre el desarrollo rural 2016”, publicación que aborda cinco transformaciones que se han evidenciado en el campo, nos referimos al desarrollo agrícola, desarrollo rural, transformación rural, transformación rural inclusiva llegando a la transformación estructural. Estos cambios vienen a poner de manifiesto, las interrelaciones económicas y sociales entre los sectores urbanos y rurales, ya dejando de ser preconcebidos como polos extremos (Berdegué et al 2011). Así mismo lo precisa Ceña (citado en Pérez,2001) destacando la ruralidad como el conjunto de regiones o zonas predominantes por espacios naturales y cultivados, proporcionando un abanico de actividades como la agricultura, las pequeñas y grandes industrias, el comercio y los servicios. Es claro enfatizar en un nuevo concepto de ruralidad, en el cual las labores agrícolas no son las únicas, potenciándose nuevas actividades, tarea fundamental que han surgido para reducir desigualdades y aumentar el crecimiento económico (CEPAL, 2011). En Chile se puede distinguir estos cambios, como fuente de estimulación al desarrollo de negocios y empleos que apuntan a diversos sectores industriales, que motivan a la creación de nuevos empleos y que el Rimisp describe como Empleo Rural No Agrícola (ERNA) que agrupa todas las actividades económicas (servicio, turismo, comercial, productiva, etc.), excluyendo la agrícola. El ERNA ha ido aumentando en todas las regiones del mundo. Esto ha generado el hallazgo de nuevas oportunidades en áreas no exploradas por la población rural sobre todos en mujeres y jóvenes, que han impulsado emprendimientos, con un objetivo claro, el de potenciar el campo de una forma diferente, rescatando la identidad y cultura que cada territorio. Con respecto a lo anterior, centraremos el estudio en la población joven y su relación con el medio rural. A nivel mundial el emprendimiento es una temática abordada y trabajada por todos los países que buscan disminuir la pobreza y restablecer economías. Y sobre todo disminuir el desempleo juvenil, según datos internacionales, el desempleo juvenil en América Latina subió a 18,3% (OIT, 2017), es decir la tasa de desempleo entre los jóvenes es aproximadamente el doble que la de la población total. La OCDE (2016) es tajante en estos temas resaltando “la falta de buenas oportunidades de empleo es uno de los factores más importantes que impiden la inclusión de los jóvenes en la sociedad y en el mundo rural” (p. 26). Este escenario se da en las zonas urbanas y sobre todo en las rurales, en donde las oportunidades son más escasas para los jóvenes. Diversas instituciones nacionales (INDAP, CORFO, INJUV, etc.) e internacionales (FAO, OCDE, CEPAL, OIT, etc.) ponen énfasis en apoyar a la juventud rural, para que esta que se quede en el campo o vuelva después de terminados sus estudios superiores. Con el objetivo que trabajen como agentes de cambio en una ruralidad cada vez interconectada a las zonas urbanas (CEPAL 2016). Pero esto no es tarea fácil, la tendencia muestra que la juventud rural ha ido decreciendo, así lo refleja la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional. En el año 1990 la población rural totales en Chile eran de 2.199.079 habitantes de los cuales 27,56% eran jóvenes, ya en el 2015 este panorama cambio, aumentando la población total en 2.231.197 personas, pero de las cuales solo el 20,72% pertenecía a la población joven (CASEN 1990-2015). Esto es el reflejo de la migración campo- ciudad que los jóvenes optan en busca de oportunidades laborales y/o de educacionales. En Chile son diversas las organizaciones que promueven el emprendimiento a nivel público y privado, pero el que apunta específicamente a las zonas rurales es el Instituto Nacional de Desarrollo Agropecuario (INDAP), cuyo objetivo es promover el desarrollo económico, social y tecnológico de los pequeños productores y campesinos, a través de capacitaciones, financiamiento y asesoría. En sus inicios INDAP se enfocaba en potenciar actividades que iban ligadas a la agricultura, hoy ese escenario ha ido cambiando y adaptándose a los contextos mundiales que acontecen en los sectores rurales.