Terrorismo de estado :dolores y huellas en la familia chilena

Abstract

Como es sabido la década del 70 y 80, estuvo marcada por la violencia política y la violación sistemática de los derechos humanos de miles de mujeres y hombres, que por el solo hecho de tener un pensamiento distinto fueron perseguidos y sometidos a diversas situaciones represivas, que sin lugar a dudas marcaron sus vidas para siempre. El impacto de la represión y las secuelas aún persisten en quienes las vivieron y la sociedad en su conjunto continua marcada por el daño psicosocial provocado por el terrorismo de Estado. Muchas familias hoy en día se ven enfrentadas a la herencia del trauma, al daño que inevitablemente se ha traspasado a las generaciones inmediatas, vale decir a los hijos. Los hijos al igual que sus padres, también experimentaron y vivenciaron la muerte, la persecución, las detenciones, el terror, las separaciones precoces y abruptas y la amenaza directa a ellos mismos, y a diferencia de los padres que sufrieron la persecución con inserciones sociales definidas, los hijos de las víctimas se desarrollaron como personas en un espacio traumático, recibiendo doble impacto de un mundo traumatizante y de un microclima familiar en el cual las personas destinadas a cuidarlos y a ayudarlos a crecer se configuraron como víctimas, como personas despojadas de sus cualidades más elementales. (Norma Técnica para la Atención de Personas afectadas por la Represión Política, 2000) Diversos estudios (Edelman y Kordon, 2002; Madariaga, 2003 y Scapusio, 2003) señalan que el tiempo transcurrido desde el fin de la dictadura, no ha reducido el daño individual ni social, y que las situaciones traumáticas inciden tanto en las víctimas directas como sobre el cuerpo social en su conjunto, extendiendo sus efectos a varias generaciones, fenómeno que desde las ciencias sociales ha sido conceptualizado como transmisión del trauma o transgeneracionalidad (Edelman y Kordon, 2002). Las repercusiones del trauma, fluyen cada vez con más fuerza en este nuevo consultante que demanda apoyo psicológico, dando cuenta de una herencia traumática transmitida por sus padres. De acuerdo a lo planteado por Madariaga (2003), la afectación en segunda y tercera generación hace del trauma psicosocial un problema del presente y del futuro de la sociedad chilena, puesto que su impacto sobre el psiquismo colectivo constituye una amenaza para las expectativas de producción de un nuevo sujeto histórico. Se trata de un viraje epidemiológico que anuncia un nuevo y grave problema de salud pública, y que amenaza con producir un inevitable impacto en la salud mental de la sociedad chilena. Con el pasar de los años se ha observado que los programas de reparación integral de salud física y mental han aumentado las consultas de los hijos y nietos, convirtiéndose de esta manera en un nuevo desafío para los equipos de salud convocados a trabajar en la reparación. Esta nueva forma que adquieren en el presente las víctimas del régimen militar lleva a centrar la mirada no solo en el daño que persiste en el afectado directo, sino también en aquellos síntomas presentes en sus descendientes. Con todo lo anterior, el propósito central de esta monografía, es conocer distintas posturas sobre el trauma psicosocial transmitido a los hijos, y discutir el rol que ha tenido el Estado frente a la reparación del daño de esta generación. Desde esta visión, es oportuno revisar algunos conceptos relevantes que postulan ciertos autores de las ciencias quienes han realizado un significativo aporte al respecto, y de acuerdo a ello comprender de mejor manera el fenómeno de la tortura como trauma psicosocial transmitido a los hijos. Para ello se plantean las siguientes preguntas: ¿De qué manera el Trauma Psicosocial presentes en los padres influye en los hijos? ¿Cuál es el rol que ha tenido el Estado en cuanto a la reparación del daño de la segunda generación?