Inteligencia emocional de los profesores de enseñanza media de establecimientos educacionales de la región de Ñuble

Abstract

El estudio de las emociones y su aplicación en el área laboral es de corta data. Desde que surgió el concepto de Inteligencia Emocional han aumentado explosivamente las investigaciones realizadas y los artículos publicados sobre esta materia. Desde los trabajos de Salovey y Mayer a inicios de la década del 90, poco a poco la sociedad toma conciencia de la importancia que tiene el manejo de los sentimientos y afectos para la vida en sociedad (Palomera, Fernández-Berrocal y Brackett, 2008). El tránsito hacia una vinculación de estos estudios con la educación y su implicación en la labor de aula era una cuestión lógica y necesaria. El proceso de enseñanza-aprendizaje que se desarrolla en el establecimiento educacional está mediado por el docente. Este interactúa día a día con un grupo heterogéneo de niños y adolescentes que lleva a cabo su formación. El actual paradigma educativo, centrado en el desarrollo integral del estudiante en relación con su entorno, le exige mayormente al educador que aproveche esta diversidad que encuentra en el aula y propicie oportunidades para el intercambio de ideas, opiniones e intereses. Entendiendo además que los afectos forman parte importante de las interacciones humanas es que el profesorado cumple un rol clave en el desarrollo del área personal y social de sus estudiantes. De esta manera, se puede realizar una cobertura de situaciones propias del centro escolar como el fracaso, la indisciplina y la violencia, construyendo un ambiente positivo y armónico (Pacheco-Salazar, 2017). La idea de que el docente solo debe manejar los conceptos y conocimientos propios de su disciplina está obsoleta ya que, de igual forma, este necesita desarrollar habilidades sociales para el incentivo de las emociones y afectos en sus estudiantes (Extremera y Fernández-Berrocal, 2004a). Producto de la generación de emociones es que las personas realizan determinadas acciones que, muchas veces, no requieren un permiso del intelecto o razonamiento. Es por esto que atender a la dualidad académico-emocional es una tarea compleja, sobre todo cuando la relación se establece durante la enseñanza media, una etapa de la vida en que los jóvenes pasan por diversos cambios de ánimo producto de una inestabilidad emocional propia de la edad, sumado a otros factores que pueden estar presentes vinculados a un nivel alto de vulnerabilidad debido a carencias económicas y afectivas. A partir del análisis del área emocional del ser humano y su influencia en el bienestar personal y las relaciones con el entorno, se ha marcado el camino para el desarrollo de programas y proyectos vinculados a ello. Sin embargo, existe también una necesidad de fomentar las capacidades del profesorado en el área socioemocional, puesto que un análisis centrado solo en estudiantes no es suficiente para comprender a cabalidad la relevancia del intercambio que se suscita en el aula (Palomera, Gil-Olarte y Brackett, 2006). El docente debe atender a los requerimientos emocionales propios y también a los de sus alumnos generando en estos las habilidades para su completa formación. El educador que posee estos recursos logra una preparación que le permite a sí mismo y a los estudiantes enfrentar situaciones de estrés que suelen ser frecuentes (Cabello, Ruiz-Aranda y Fernández-Berrocal, 2010). Sin embargo, durante el proceso de formación de los docentes no se hace hincapié en esta área por lo que muchos de estos no se encuentran necesariamente preparados para enfrentar esta situación. Por más que hayan completado sus estudios universitarios y tengan toda la preparación académica que les permita desenvolverse en un colegio, nada garantiza que se trate de profesionales realmente capacitados para la enseñanza (Cejudo, López-Delgado, Rubio y Latorre, 2015). Afrontar situaciones de violencia y maltrato, embarazos no deseados y consumo de drogas que conducen a problemas emocionales y se expresan en fracasos escolares reiterados es una tarea compleja. La ausencia de formación tanto para profesores como estudiantes en esta materia es evidente (Vivas, 2003). El presente trabajo responde a la pregunta, ¿cuál es el nivel de inteligencia emocional presente en profesores de enseñanza media? Para ello, se utiliza el MSCEIT, un test de Mayer, Salovey y Caruso, adaptado al español por Natalio Extremera y Pablo Fernández-Berrocal, con el fin de determinar el rango de inteligencia de los educadores en esta materia.