Infancia institucionalizada : vivencias de la relación vincular desde la perspectiva de un grupo de educadores/as de trato directo (ETD) hacia niños, niñas y adolescentes (NNA) que pertenecen a instituciones de la red SENAME

Abstract

A continuación, se presenta la actividad de titulación para optar al título de psicología. En dicha tesis, se dará a conocer el procedimiento pertinente a llevar a cabo para resolver la interrogante principal de este estudio, a través de una metodología cualitativa. Esta investigación tiene por objetivo principal “Comprender las vivencias en relación al vínculo que establecen un grupo de educadores/as de trato directo hacia niños, niñas y adolescentes pertenecientes a una institución de menores en la región del Bío Bío”. Este cuestionamiento surge desde la necesidad por conocer y comprender aquellos procesos vinculares que se originan al ejercer una parentalidad social por parte de educadores/as de trato directo hacia niños, niñas y adolescentes pertenecientes a dichas instituciones. En este punto, consideramos necesario hacer hincapié en la diferencia que existe entre los conceptos de parentalidad social y parentalidad biológica, los cuales son postulados por Barudy y Dantagnan (2005): La mayoría de los padres pueden asumir la parentalidad social como una continuidad de la biológica, de tal manera que sus hijos son cuidados, educados y protegidos por las mismas personas que los han procreado. Sin embargo, para un grupo de niños y niñas esto no es posible. Sus padres tuvieron la capacidad biológica para copular, engendrarlos y, en el caso de la madre, parirles; pero desgraciadamente no poseen las competencias para ejercer una práctica parental mínimamente adecuada. (p. 77-78) Ligado a lo anterior y siguiendo los postulados del autor, se ha de mencionar que la parentalidad social se basa en la capacidad que se tiene para atender las necesidades no sólo nutritivas ni de cuidado de los/as niños/as, sino sumar a esto una adecuada protección y educación, los cuales serán fundamentales en el desarrollo como personas de los NNA (Barudy y Dantagnan, 2005). Esto permite distinguir la existencia de madres y padres que pueden engendrar a sus hijos/as, pero no tuvieron la posibilidad de adquirir las competencias necesarias para asegurar una crianza adecuada, produciendo contextos de carencias múltiples, abusos y malos tratos. Con intervenciones adecuadas, estas incompetencias pueden ser compensadas por otras figuras significativas (cuidadores, padres adoptivos, padres de acogida) con capacidades para ofrecer una parentalidad social que satisfaga de una manera integral las necesidades de los niños y las niñas. (Barudy y Dantagnan, 2010, p. 34) Aun cuando más adelante expondremos las diversas causas que producen la separación de los NNA en función de su núcleo familiar de origen, queremos dar importancia a lo que plantea SENAME (2015) en donde los principales motivos de ingreso a instituciones de menores, son el haber sido víctimas de maltrato con un 39,8%; por solicitud de diagnóstico con un 23,3% y/o por haber sido víctimas de abuso sexual con un 10,4%. Al no contar con los cuidados pertinentes por parte de sus adultos/as responsables, se encuentran bajo el alero de ETD, quienes son las/os encargadas/os de brindar los cuidados necesarios para su desarrollo y cumplir con la función de la parentalidad social. Las/os ETD cumplen una función como tutores de resiliencia, lo cual se refiere a personas que acompañan a quienes han pasado por situaciones traumáticas. De esta forma, dicho acompañamiento y el vínculo que se desarrolla favorece a que la persona afectada logre elaborar sus traumas de manera adecuada (Rubio y Puig, 2015). Dichos tutores de resiliencia deben enfrentar historias de NNA con una infancia dañada, de malos tratos y de vulneración de derechos; éste último se encuentra en aumento debido a padres que ejercen solo una parentalidad biológica y no una social. En definitiva, como bien menciona Cyrulnik (2003): “Lo que provoca el hundimiento no es el golpe, es la falta de apuntalamiento afectivo y social que impide encontrar tutores de resiliencia” (p. 92).