Aproximación reconstructiva del pasado, presente y futuro de una persona superviviente a un cáncer avanzado

Abstract

La vida y la muerte son interdependientes. Existen simultáneamente no consecutivamente. La muerte zumba continuamente bajo la membrana de la vida y ejerce una extensa influencia sobre la experiencia y la conducta (Yalom, 2000). En el caso de un diagnóstico de cáncer se compromete de inmediato la idea de una sentencia que implica sufrimiento, mutilación y muerte. Entre las inevitables preguntas que la enfermedad oncológica suscita ¿Por qué a mí, por qué ahora? (Chiozza, 2010), quedando rotulado el sentido que adquiere la enfermedad en función de la biografía de la persona enferma A continuación se presenta una narración conmovedora que representa el drama que frecuentemente rodea al descubrimiento de un diagnóstico de cáncer avanzado. Un hombre sentado en el café de una estación, que mira, inquieto su reloj de bolsillo e inicia una conversación con un viajero que en la mesa vecina espera el próximo tren. Luego de unas pocas frases convencionales, le cuenta de pronto que un hombre le ha dejado una flor en la boca y que él ha dicho “dentro de seis meses vendré a buscarte”. La flor tiene un nombre muy dulce, continúa diciendo, “¿Ve esta, mancha violácea aquí, en mi labio?, se llama e-pi-te-lioooomaaa. ¡No puedo volver a mi casa, donde mi mujer me espera! ¡Me dice que me quiere besar en la boca, que se quiere morir conmigo! …” (El hombre de la flor en la boca Pirandello, 1923 en Chiozza, 2010). La presente investigación titulada aproximación reconstructiva del pasado, presente y futuro de una persona superviviente a un cáncer avanzado desde una visión constructivista, pretende reconstruir el significado personal de la vida de una persona en particular. A menudo nos encontramos con la creencia y el prejuicio que el diagnóstico de cáncer es sinónimo de muerte. Sin embargo, existe el testimonio de aquellos/as quienes aún en casos tan extremos como el ser catalogado como paciente terminal tienen esperanzas de sobrevivir, es decir, de vivir para sí mismos y por sus seres queridos (Middleton, 2001). Es así que es de vital importancia, que desde el quehacer profesional se rote aquella imagen estereotipada del cáncer. Asimismo trabajar desde un prisma multidisciplinario, donde lo biológico-médico sea oportunamente atendido por especialistas en Oncología. Por último, el aspecto mental y/o espiritual, es decir, un adecuado acompañamiento emocional de un psicólogo/a oncológico/a que satisfaga las necesidades especificas que requiera el o la paciente oncológica/co y su familia (Middleton, 2001). No cabe duda que el dualismo cartesiano (Chiozza, 2010), división mente y cuerpo aun está en plena vigencia, siendo la misma medicina biológica la que se ha encargado de su perpetuación. A menudo la enfermedad es vista como algo ajeno, externo, que ataca a la persona de un modo despiadado y sin razón aparente; es muy difícil que un/a paciente llegue a pensar, que quizás la enfermedad y sus manifestaciones representen un llamado de alerta que está haciendo su propio cuerpo. En otros términos, facilitar una resignificación personal a la propia enfermedad, dejar de lado aquellas explicaciones médicas que apuntan a lo genético y a causas difusas que, en definitiva, es un intento de mantener la omnipotencia y no aceptar que se desconoce la o los orígenes de su procedencia.